martes

Los periodistas y el síndrome "que viene el lobo".

Por una vez la culpa no es de los publicistas. Hoy les toca a los periodistas y aunque me alegra no estar en el punto de mira, tengo que confesar que me entristece el escenario que se está planteando.

Últimamente se han metido en un marrón del que no sé cómo se van a salir. Si algo bueno tiene la publicidad es que la credibilidad nunca ha sido nuestra bandera. Y lo malo de los periodistas es que, tradicionalmente, se han posicionado como los defensores de la verdad absoluta. Y esto de defender grandes palabras no es tan sencillo.

Con la aparición de la prensa amarilla (y de eso hace ya muchísimos años) se ensalzó el chismorreo a nivel de noticia y a pesar de que esto no supuso nada bueno para el periodismo, ciertamente, se encasilló suficientemente bien como para que no le perjudicara. El periodista seguía manteniendo su aureola de observador imparcial que cuenta lo que ve, sin posicionarse.

Hoy ya es evidente que esa pretensión de imparcialidad es ridícula. Basta con mirar Antena3, Tele5 y la Sexta para comprender que los telediarios son sólo una máquina propagandista al servicio de los ideales de sus grupos de opinión. ¿Eso es grave? Bueno, basta estar preparado como espectador para saber qué te puedes creer y qué no. Salvando las diferencias, es como preguntar a un amigo o a otro sobre un mismo hecho. Está el exagerado, el que no le da importancia, el que le pone más salsa y el que tiene demasiada imaginación. Hasta aquí, el periodismo aún no está perdido.

El siguiente eslabón de la cadena de despropósitos fue la "evolución" de los reportajes de investigación. Ofrecer imágenes impactantes se ha convertido en imprescindible. No importa cómo conseguirlas, donde no lleguen los hechos siempre se puede hacer llegar un montaje. No quiero decir que el "periodismo de calidad" haya desaparecido, pero en demasiadas ocasiones el morbo se ha apoderado de los contenidos. Cuanto más aberrante, mejor. Pasamos así de la investigación a la manipulación.

El problema que subyace a todo esto es que una noticia tiende a ser aceptada como verdad. Un pensamiento que puede resumirse así: "los anuncios son todo mentiras para venderte algo, pero en el telediario te cuentan lo que sucede realmente". Esta inocencia es realmente peligrosa. Y lo peor no es enfrentarse todos los días a la verdad maquillada, sino que te pillen con la guardia baja.

A todo este pastel le están poniendo la guinda con lo que yo llamo el síndrome "que viene el lobo". Esto consiste en que algunos periodistas generan noticias falsas, las promocionan y luego te cuentan que detrás de esa noticia estaba tal o cual cadena. El Follonero abrió la veda, luego se apuntó el Gran Wyoming y ahora, a la que sale una noticia fuera de lo común ya estamos todos buscando donde está la trampa.

Unos y otros se han cargado su propia profesión. Han puesto una vez más por delante del hecho, la consecuencia. No funciona hacer las cosas bien para ganar audiencia, sino el hacer lo que haga falta para que suba la audiencia.

Y ahí estamos, como el pastorcito que decía "que viene el lobo, que viene el lobo" y hacía salir a todo el pueblo para ayudarle a proteger sus ovejas. Y el lobo no estaba. Hasta que vino el lobo de verdad y nadie acudió en su ayuda.

2 comentarios:

Martín dijo...

Yo creo que todos somos tal para cual. Ahora resulta que la publi no persuase, sino que va de buen rollo, transmite la supina bondad de las empresas... es como si te invito a dos cañas para meterte mano. ¿Eso no es persuasión? Venga ya...

jauhow dijo...

El mundo al revés. ¡Para mear y no echar gota!