jueves

Publicidad para salir de la crisis.

¿Queda alguien que no haya oído hablar de la crisis? Creo que ya no. La crisis está en todas partes. Me levanto por la mañana y veo crisis hasta en los posos del café. En la tele, crisis; en el periódico, crisis; en los ascensores ya no se habla del tiempo, crisis, crisis y más crisis.

Dicen los expertos que una crisis es básicamente un problema de confianza y flaco favor le haremos a la recuperación económica si no tratamos de hablar de otra cosa.

Y lo digo porque las campañas de publicidad también se han apuntado al carro. Pon el titular que quieras, pero que hable de la crisis. Precios contra la crisis. Promociones contra la crisis. Aparca la crisis. Con la crisis sí se juega...

Mi propuesta es hacer campaña para que en publicidad no se hable de crisis. No hace falta. Mejor sería buscar beneficios que resaltar, conceptos que lleguen y apostar por la creatividad a tope. No seamos tan oportunistas. No seamos tan básicos. No seamos tan de la coyuntura del momento. Abramos un poco el abanico de posibilidades y todos saldremos ganando.

(Y no, no vale cambiar crisis por gripe porcina).

miércoles

¿Eres virgen?

Vaya panorama nos depara el futuro inmediato. Si estas dos entradas son ciertas, que pongo la mano en el fuego que lo son, este 2009 nos van a dar el premio al adolescente del año. ¿Somos contradictorios por naturaleza o es que nos va la marcha?

Nota: para comentar este post no hace falta tener idea de nada. Está claro que es lo que se lleva ahora.

martes

La publicidad a través del espejo.

Comunicar comercialmente consiste en ponerse en el lugar de quien oye, escanea o ve (y no necesariamente de quien escucha, lee u observa). Estamos en un mundo donde la atención hay que ganársela y el susurro sólo sirve para hacer películas de caballos.

Me encantaría ver una campaña dirigida a la tercera edad creada por abuelos, otra que nos hable del monstruo de la crisis desde la perspectiva de un niño o promocionar un 2x1 desde el punto de vista de un par de gemelos. Sólo para saber lo alejados que estamos de la realidad los publicistas.

Estamos muy acostumbrados a aceptar que se nos exija ser expertos en sillas de bebés, cervezas, telefonía móvil y detergentes. Y nosotros leemos un briefing y creemos estar preparados para saber cómo son, qué piensan, qué les gusta... los consumidores de cada una de nuestras campañas. Cuando lo único cierto (y no en todos los casos) es que somos expertos en comunicación.

Está claro que no podemos dominar todos los productos del mercado, por lo que es mejor no querer aparentar lo que nadie creería ni borracho. Igual es una sensación mía, pero creo que muchos colegas de profesión tratan de defender su omnisapiencia (esta palabra no existe, pero se entiende) a capa y espada. Y eso no es más que hacer el ridículo.

Sabemos de lo que sabemos y tenemos mucho que aprender. Mirémonos en el espejo sin sonrisas preparadas, no aguantemos la respiración. Observemos atentamente nuestros michelines. Somos simples publicistas. Sólo cuando sepamos aceptarnos limitados como somos podremos ponernos en el lugar de nuestro target. Y de eso se trata, ¿no?

lunes

Inspírate en el metro.

De regreso de uno de mis viajes, sentado en el metro me topé con una campaña de TMB que invitaba a participar en un concurso literario con el slogan: inspírate en el metro.

No es la primera vez que en Barcelona se relaciona la literatura con el transporte. No hace demasiado se colocaban poemas en los cristales de metros y autobuses. Y la verdad es que me alegra vivir en una ciudad que se permita estos lujos.

No sé a quién se le ocurrió, pero le felicito. Muchas veces hemos oído que hay que defender la cultura literaria, pero los argumentos se han perdido detrás del pomposo mobiliario de una RAE que sigue anclada en su tradicional conservadurismo.

Yo soy de los que piensan que la cultura no debe defenderse, sino liberarse. No estoy en contra de los libros de tapas duras, ni de las lecturas del Quijote. Ni siquiera en contra de que la media de edad de la Real Academia supere la edad de Matusalén. Pero sí de pensar que la literatura pertenezca a unos cuantos privilegiados eruditos.

Este Sant Jordi, día del libro (y de la rosa en Catalunya) se ha repetido una vez más el debate entre escritores y mediáticos. Los escritores están en contra de que el Buenafuente de turno saque un libro, lo promocione en televisión y que, como consecuencia, venda más que el suyo. Su tesis se basa en que la calidad de estos libros mediáticos está a años luz de lo que entienden por literatura. Probablemente no les falta razón.

Yo sólo digo que es mejor que se lea a Buenafuente que que no se lea. Y que no es el mismo tipo de consumidor quien compra uno u otro libro. O al menos, no se usan para el mismo tipo de consumo.

Es curioso que haya que diferenciar entre qué es un escritor y qué no. ¿Un escritor es alguien que se dedica a escribir? ¿En exclusiva? ¿Hay que ganarse la vida escribiendo para ser escritor? ¿Un escritor debe evitar salir en la tele promocionando su libro porque corre el riesgo de convertirse en mediático?

Sé que el dilema no se va a resolver fácilmente. Y ante situaciones complicadas, quien mejor que Maquiavelo. Él ya avisaba en "El Príncipe" que es preciso tener una inteligencia capaz de adaptarse a todas las circunstancias. A mi parecer, los llamados mediáticos lo están haciendo, los "escritores" no.

Sólo una cosa más, a modo de curiosidad. ¿Por qué no he oído nunca un debate sobre si se es lector o no? Si se es discriminatorio con el escritor, ¿por qué no se habla de los lectores? ¿Todos podemos serlo o debemos tener unas características concretas? ¿Necesitamos una preparación específica más allá de saber leer? ¿Hay que leer más de un libro al mes para ser considerado lector? ¿Vale con uno cada trimestre? ¿Uno al año? Lo triste es que no creo que ni a mediáticos ni a escritores les importe demasiado.

viernes

Levantar el vuelo.

El otro día vi en la tele una entrevista a Ferran Soriano, el hombre a quien se atribuye buena parte del mérito del saneamiento de las cuentas del FCBarcelona y el gestor elegido para salvar Spanair de una crisis que a día de hoy parece insuperable.

O eso creía hasta que oí hablar a este gurú de la economía. Su mensaje es tan antiguo como eficaz: con trabajo y dedicación absoluta lo conseguiremos. Este año hemos perdido mucho, el año que viene esperamos perder poco y el otro empezar a ganar.

Parece una perogrullada, pero en los tiempos en los que vivimos no lo es. En la sociedad actual se tiende al pelotazo. Hacerte rico rápidamente. Mínimo esfuerzo, máximo beneficio. La estética por delante de la ética.

Por eso me alegro de que salga alguien conocido y nos hable de trabajo, de dedicación plena, de hacerlo todo al 100%. No podemos esperar los resultados sin haber trabajado para conseguirlos.

Desde aquí rompo una lanza por el trabajo bien hecho, por la humildad y el empeño. La publicidad no necesita fantasmas. O al menos, no tantos.

martes

Los periodistas y el síndrome "que viene el lobo".

Por una vez la culpa no es de los publicistas. Hoy les toca a los periodistas y aunque me alegra no estar en el punto de mira, tengo que confesar que me entristece el escenario que se está planteando.

Últimamente se han metido en un marrón del que no sé cómo se van a salir. Si algo bueno tiene la publicidad es que la credibilidad nunca ha sido nuestra bandera. Y lo malo de los periodistas es que, tradicionalmente, se han posicionado como los defensores de la verdad absoluta. Y esto de defender grandes palabras no es tan sencillo.

Con la aparición de la prensa amarilla (y de eso hace ya muchísimos años) se ensalzó el chismorreo a nivel de noticia y a pesar de que esto no supuso nada bueno para el periodismo, ciertamente, se encasilló suficientemente bien como para que no le perjudicara. El periodista seguía manteniendo su aureola de observador imparcial que cuenta lo que ve, sin posicionarse.

Hoy ya es evidente que esa pretensión de imparcialidad es ridícula. Basta con mirar Antena3, Tele5 y la Sexta para comprender que los telediarios son sólo una máquina propagandista al servicio de los ideales de sus grupos de opinión. ¿Eso es grave? Bueno, basta estar preparado como espectador para saber qué te puedes creer y qué no. Salvando las diferencias, es como preguntar a un amigo o a otro sobre un mismo hecho. Está el exagerado, el que no le da importancia, el que le pone más salsa y el que tiene demasiada imaginación. Hasta aquí, el periodismo aún no está perdido.

El siguiente eslabón de la cadena de despropósitos fue la "evolución" de los reportajes de investigación. Ofrecer imágenes impactantes se ha convertido en imprescindible. No importa cómo conseguirlas, donde no lleguen los hechos siempre se puede hacer llegar un montaje. No quiero decir que el "periodismo de calidad" haya desaparecido, pero en demasiadas ocasiones el morbo se ha apoderado de los contenidos. Cuanto más aberrante, mejor. Pasamos así de la investigación a la manipulación.

El problema que subyace a todo esto es que una noticia tiende a ser aceptada como verdad. Un pensamiento que puede resumirse así: "los anuncios son todo mentiras para venderte algo, pero en el telediario te cuentan lo que sucede realmente". Esta inocencia es realmente peligrosa. Y lo peor no es enfrentarse todos los días a la verdad maquillada, sino que te pillen con la guardia baja.

A todo este pastel le están poniendo la guinda con lo que yo llamo el síndrome "que viene el lobo". Esto consiste en que algunos periodistas generan noticias falsas, las promocionan y luego te cuentan que detrás de esa noticia estaba tal o cual cadena. El Follonero abrió la veda, luego se apuntó el Gran Wyoming y ahora, a la que sale una noticia fuera de lo común ya estamos todos buscando donde está la trampa.

Unos y otros se han cargado su propia profesión. Han puesto una vez más por delante del hecho, la consecuencia. No funciona hacer las cosas bien para ganar audiencia, sino el hacer lo que haga falta para que suba la audiencia.

Y ahí estamos, como el pastorcito que decía "que viene el lobo, que viene el lobo" y hacía salir a todo el pueblo para ayudarle a proteger sus ovejas. Y el lobo no estaba. Hasta que vino el lobo de verdad y nadie acudió en su ayuda.

Los juegos sociales y las responsabilidades.

De la fidelización a la adicción hay un solo paso. Es frecuente en comunicación que se busque interactuar con el público objetivo para que una visita esporádica se convierta en un hábito.

Las cosas se miden muy a menudo por el interés que suscitan. Lo que es más visitado es lo que vale más dinero. El tráfico en la web es la gallina de los huevos de oro. Supongo que por eso (y por unos mil millones de motivos más que se me escapan) se tiende a que los esfuerzos de comunicación repercutan en repetición de visitas.

Con esta idea entre ceja y ceja, de un tiempo a esta parte han proliferado los llamados juegos sociales (social games). Y ha sido tanto su éxito que lo que empezó siendo un juego se ha convertido en una competición donde no jugar cada día, penaliza al jugador. Consecuentemente, el juego se ha convertido en una responsabilidad.

Quedan lejos los niños que salían a jugar al parque porque sí, ahora esos mismos niños juegan porque si no... El juego ya no es sólo pura diversión. Es una diversión y una responsabilidad.

O eso me parece a mí. Me voy a cuidar de unos caballos y a hacer un par de alineaciones. ¿Tú cómo lo ves?

miércoles

Zapping de marzo de dos mil nueve.

uno dos tres cuatro cinco seis siete ocho nueve diez once doce trece catorce quince dieciséis diecisiete dieciocho diecinueve veinte veintiuno veintidós veintitrés veinticuatro veinticinco veintiséis veintisiete veintiocho veintinueve treinta treintaiuno