lunes

Mirando a los mamíferos más pequeños del mundo.

Aunque no te lo parezca todavía, esta entrada va sobre la inspiración y creatividad. Una de las cosas más apasionantes de la profesión de creativo es el instante en que los mamíferos más pequeños del mundo se convierten en deidades del Parnaso. O lo que es lo mismo, cuando las musarañas se convierten en musas y se hace la luz.

La idea, esa gran escapista, transformista y resbaladiza, se posa al fin en la punta de tu bolígrafo y se deja escribir. No hay nada parecido a esa sensación. Es una mezcla de batalla ganada, orgasmo y quitarse un peso de encima. Y sin embargo no tiene nada de bélico o sexual, ni está relacionado con la halterofilia.

Kenichi Ohmae dijo que la creatividad no se puede enseñar, pero se puede aprender. Cuando oí por primera vez esta frase de boca de José María Ricarte pensé que no era más que un juego de palabras. Con el tiempo, he entendido que era mucho más que una feliz ordenación de palabras.

Es difícil explicarlo. Después de darle muchas vueltas, sólo se me ocurre una cosa. Antes del gran momento, siempre hay musarañas. Pequeños animalitos de nariz puntiaguda y no más de diez centímetros que se esconden en alguna parte.

Encontrarlas no es sencillo pero con tu propia experiencia aprendes a descartar escondrijos. Sabes que no les gusta el agua, que les van los rincones, que no les importa la oscuridad... Encontrar a unas cuantas musarañas es siempre el primer paso.

Por alguna extraña razón, las musarañas son las únicas que conocen el paradero de las musas. Quizás sea porque para encontrar lo más divino se necesita rebuscar en lo más terrenal.

Voy a seguir mirando a las musarañas un rato más, a ver qué se me ocurre...

2 comentarios:

Pily dijo...

A ti de pequeño no te regañaban por mirar las musarañas... a mi sí, será por eso que no encuentro a mi muso...

jauhow dijo...

Pues no, tuve suerte en mi infancia musarañil...