lunes

Lo que aprendí de la tortuga de mi abuelo.

A priori puedes pensar que, tratándose de una tortuga, mi aprendizaje esté relacionado con la velocidad o con tomarse las cosas con calma. Pero no. Siento decirte que mi maestra tenía otra lección preparada para mí.

Y es que la tortuga de mi abuelo era realmente sabia. Cuando salía a buscarla por el jardín, siempre tardaba un par de minutos en dar con ella. Se escondía en los rincones más inesperados, buscando la sombra, el cobijo de las plantas más altas o la humedad de los surtidores de agua.

Indefectiblemente, al llegar de vacaciones a casa de mis abuelos, mi segunda ocupación (la primera siempre fue saludar a los padres de mi padre) era salir al patio a buscar a la tortuga con una hoja de lechuga en la mano.

Era muy amable y comía uno o dos trocitos tuviese hambre o no. Luego, escondía la cabeza bajo el caparazón y jugaba conmigo a sacar la cabeza y esconderla alternativamente.

Una tarde de verano, a la hora de la merienda, salí al patio con una magdalena. Empecé a comerla mientras la buscaba y cuando la encontré, como no tenía lechuga a mano, le ofrecí unas migajas.

Las comió como si lo hubiese estado esperando toda la vida. Entonces, me puse a dibujarle un caminito de migajas de magdalena y ella, una por una, avanzó paso a paso hasta devorar toda mi merienda. Fue curioso ver cómo seguía a pie juntillas el arco que describían los pedacitos de magdalena.

La tarde siguiente, hice un recorrido de eses y curvas cerradas. Y la tortuga seguía el trazado como un tren sobre raíles. Hice pruebas separando más las migajas entre sí y con todo tipo de formas. Indefectiblemente, la tortuga se las apañaba para comerse mis magdalenas.

Así merendó conmigo durante casi una semana. Hasta que mi abuelo me vio dándole magdalenas y me echó la bronca. Me dio una hoja de lechuga y me dijo que eso era lo que tenía que comer.

Quise darle un poco, pero la tortuga no quiso ni dar un bocado a la lechuga. Le dibujé una línea recta de pedacitos de frescas hojas verdes, pero no se interesó por el recorrido. Al contrario, escondió su cabeza y me ignoró.

Moraleja: si te acostumbras a lo bueno, cualquier cosa peor deja de tener interés. Si no puedes ofrecer magdalenas a tu target, estás perdido. El contenido debe tener calidad. Haz que tu trabajo sea atractivo para el público objetivo y verás que te siguen a cualquier parte. Abúrreles con la lechuga de siempre y a la que descubran las magdalenas, verás como te ignoran.

2 comentarios:

Kaleb dijo...

tú das puras magdalenas... o yo no conozco lo bueno aún no sé jajajaja

Felicidades yo sigo tu blog =)

jauhow dijo...

¡Muchas gracias, Kaleb!